Los murmullos antes de empezar la clase eran algo normal pero hoy, la curiosidad navegaba por las cabezas de los alumnos del aula de Primaria como un barco de corcho siguiendo la corriente del río hasta el mar...
Sonrisas pícaras y cuchicheos se mezclaban con miradas de complicidad de los alumnos al ver que el profesor, de espaldas, terminaba de preparar todo lo necesario para comenzar a impartir su clase, esperando el momento exacto porque, para que la magia funcione de verdad, hay que saber cuándo se tiene que hacer...
- ¡Buenos días a todos! Esta mañana, antes de que llegaseis a clase, he preparado esto. ¿Alguien sabe que es? - dijo el profesor mientras se colocaba un gorro de cocinero, mostrándoles a los niños y niñas un recipiente con una crema amarillenta, un poco espesa.
- Yo creo que sé lo que es - Dijo Amalia desde su silla, en la mitad de la clase. - Son natillas. Mi mamá me las hace alguna vez. ¡Están muy ricas!
El resto de los niños y niñas soltaron un sonido de aprobación, como si las estuviesen saboreando...
¡mmmmmmmmmm, natillas!
- Muy bien Amalia, esto que veis son natillas. Un postre que se hace con leche, huevos, azúcar, harina y corteza de limón.
Pero veréis, tengo un problema. Quiero que estas natillas se vuelvan mágicas, especiales y para eso necesito vuestra ayuda.
El profesor sacó una caja de cartón de debajo de la mesa y empezó a sacar botes pequeños y bolsas de plástico precintadas.
- Necesito que cada uno de vosotros hagáis vuestras natillas especiales, que personalicéis las natillas. Quiero que cada recipiente de natillas tenga un poco de vosotros.
- ¿Y cómo vamos a hacer eso? - Preguntó Miguel desde el fondo de la clase, intrigado.
- Estos botes pequeños que tengo aquí son colorantes. Vais a poder pintar vuestras natillas del color que más os guste.
Estas bolsas tienen todo lo necesario para que podáis decorarlas. Y en este recipiente tenéis otros ingredientes por si queréis cambiarle un poco el sabor.
¿Estáis preparados para hacer magia?
- ¡¡¡¡¡Siiiii!!!! - Respondieron todos entusiasmados.
El profesor fue dando a cada uno dos recipientes, uno para trabajar la mezcla y otro para presentarla cuando estuviese lista. Colocó la caja con los colorantes, sabores y decoraciones en el medio del aula, para que cada uno de ellos pudiese elegir con cuales iba a trabajar.
- Muy bien, estamos listos. ¡Que empiece el espectáculo!
Los niños y niñas fueron acercándose a la caja, tímidos, como si algo fuese a pasar por acercarse a ella. Nadie metía la mano, sólo miraban. Nadie se atrevía a dar el primer paso.
- Pues a mi me gusta este color, el azul - dijo Andrés, decidido. Alargó su brazo y cogió el bote de colorante. Se giró hacia el profesor, que lo observaba y preguntó:
- Este es azul, ¿verdad?
- Si, Andrés, ese es el bote azul - Contestó el profesor.
- ¡Gracias! - replicó - Es justo el que quería. Se marchó a su sitio y puso un poco de colorante en sus natillas mientras el resto lo miraban, paralizados.
- ¡Mirad, mirad! ¡Son azules! - Exclamó Andrés enseñando sus natillas al resto, orgulloso de su mezcla.
- ¡Ohhhhh! - Exclamó el resto de la clase.
- Venga chicos, ahora os toca a los demás. - animó el profesor al resto.
Perdida la timidez, cada uno se puso a buscar los ingredientes de su mezcla. Casi nadie hablaba, estaban demasiado ocupados discurriendo la mezcla mágica que iban a crear.
Los minutos pasaban deprisa mientras los pequeños reposteros se dedicaban con empeño a su trabajo.
Poco a poco, fueron acabando sus natillas, que iban colocando en una mesa redonda que el profesor había colocado. Una vez que todas las natillas estaban colocadas y la clase quedó limpia y recogida, se sentaron todos en la mesa redonda, mirando el resultado de su trabajo y el de sus compañeros, fascinados.
- ¡Muy bien, niños y niñas! ¡Habéis hecho un trabajo excepcional! ¡Estoy muy orgulloso de todos vosotros!
Ahora que ya hemos acabado todos, quería hablaros de las natillas.
Como podéis ver, todas son diferentes. Las de María son de color rosa y están decoradas con corazones de caramelo blancos. Las de Amalia son verdes y tienen menta, las de Yuseff son moradas y tienen polvo de canela y cacao. Li Zhi hizo las suyas con sabor a vainilla y tienen corteza de naranja. Las de Andrés son azules y tienen chocolate con leche y chocolate blanco - una a una fue presentado las mezclas de cada uno de sus alumnos.
Estas son las mías. Yo no les he hecho nada. Es una mezcla sin mezcla.
Lo que quería explicaros es que, a pesar de las apariencias, de las diferencias que hay entre unas y otras, de la impresión que nos puede dar al principio. Todas tienen algo en común. Hay en algo que se parecen. ¿Sabéis que es?
Los niños y niñas se miraron unos a otros, como buscando una respuesta en el aire....
El profesor se levanto y llamo a varios de ellos para que se sentasen a su lado, les tapó los ojos con una venda y tomó varias cucharas, dándoles a probar de las diferentes preparaciones que habían hecho.
- ¿Y ahora, sabéis decirme en que se parecen?
- Que todas son natillas - respondió Youseff.
- Que todas son natillas - repitió el profesor.
Pues veréis, lo mismo pasa con nosotros. A simple vista, todos somos diferentes, hablamos diferente, vestimos diferente, tenemos una familia diferente, nos gustan cosas diferentes... Pero en el fondo, aunque nos cueste verlo al principio, todos somos lo mismo, todos somos iguales, todos somos...
¡¡NATILLAS!!
A los chicos y chicas de la Asociación Agarimo, con los que pude hacer realidad este cuento y hacerles ver que las diferencias son sinónimo de riqueza y no de conflicto. Estáis siempre en mis pensamientos por lo que me habéis dado todos esos días.
Gracias Martin por la ayuda en el cambio de look del blog!!
Gracias Martin por la ayuda en el cambio de look del blog!!