EL MIEDO VISTO POR EL ADULTO
Hay días en los que, sin saber porqué, vuelven a ti preguntas que te haces cuando eres niño.
Hay días en los que, sin saber porqué, vuelven a ti preguntas que te haces cuando eres niño.
Las
respuestas a esas preguntas se van resolviendo a medida que vas
creciendo, pero no todas son reales, son sólo un paso intermedio entre
la pregunta y la respuesta. Es, como diría Miguel, estar haciendo el
pino puente sobre un castillo de naipes. Mientras mantienes el
equilibrio todo va bien pero en el momento en el que algo falla, la
caída es terrible...
Hoy
me he despertado y por un momento he sentido MIEDO, pero no un miedo a
algo en particular, era un miedo a todo, a dar un paso, a respirar, a
comer, a lo que me esperaba cuando llegase a clase, a si esa chica de
ojos verdes de la cafetería no me iba a sonreír hoy, y también a si al
final lo acababa haciendo.
Durante
un largo rato, acostado en la cama, intenté que esa sensación
desapareciese o simplemente cambiarla de lugar, a uno que estuviese
alejado de mis pensamientos, de la misma forma que Miguel hace
desaparecer cartas que al final están fuera del alcance de mi vista.
Pero yo no soy ningún mago, sólo soy el profesor de infantil nuevo...
Mientras
esperaba a que los niños y niñas llegasen al aula, la sensación de
MIEDO me golpeó otra vez, haciéndome perder el equilibrio y desplomarme
en la silla de respaldo acolchado que está al lado de la pared de los
percheros. Tenía la misma sensación que cuando recibes un balonazo en la
cabeza que no ves venir. Estaba desorientado....
En
ese preciso momento, una avalancha de risas gritos y carreras se abría
paso por los pasillos, igual que un río desbordado que va buscando su
camino a traves de la tierra, sin impedimentos, sin fronteras, libre...
Intenté ponerme en pie, pero volví a desplomarme sobre la silla.
No sabía qué me esperaba ni cómo afrontarlo...
¿Qué les iba a decir a los alumnos?
¿De qué forma me enfrentaría a este reto?
¿De qué forma me enfrentaría a este reto?
Me ha llamado la atención la cara de Jorge, mi profe, cuando entramos en clase. Era la misma cara que pone mamá cuando juego en los columpios de los mayores, o cuando estamos comiendo e intento utilizar los cubiertos igual que ellos. Siempre pasa lo mismo....
- ¡Vete despacio, no te vayas a caer!!
- ¡¡Cuidado con el cuchillo, no te vayas a cortar!!
¿Acaso no os dáis cuenta que si no aprendo a hacerlo ahora, nunca seré capaz de jugar o comer como todos?
Ellos hablan de que tienen miedo a qué me pase algo, que me haga daño o se lo haga a alguien. Y yo me pregunto:
¿Qué es el miedo?
En los cuentos, el miedo no tiene forma ni tamaño, no es de ningún color, no tiene cara ni manos, no habla, no se le puede tocar.... El miedo, pienso yo, es una palabra, pero no sé que significa.
A lo largo de la mañana Jorge nos ha dicho que pensemos qué creemos que es el miedo. Nos ha dicho que preguntemos a nuestras familias y a nuestros amigos y mañana, entre todos, intentaremos buscar cuál es la mejor respuesta a esa pregunta. En ese momento me he dado cuenta de dos cosas:
1. El miedo no está en los niños. Es como una especie de musgo que va creciendo en la gente a medida que va creciendo.
2. Jorge, mi profe, tenía miedo y necesitaba ayuda.
A la salida, esperando que nuestros papás y mamás nos viniesen a recoger, les pregunté a Mara y a Carlitos que sabían ellos del miedo.
- El miedo es feo y cuando habla, suena igual que el viento cuando pasa por las esquinas de las ventanas.- Dijo Carlitos.
- No sé Carlitos, si suena igual que el viento... ¿A lo mejor es el viento?
- Pero a lo mejor le gusta hacer ese ruido, a ti también te gusta imitar a las vacas diciendo ¡¡¡MUUUUU!!!
- No se, a mi me parece raro. De todos los ruidos que hay, escoger ese...
¿Y cómo sabes que el que lo hace es el miedo? Podría ser cualquiera. ¿Tú lo has visto?
- No, no lo he visto nunca. A lo mejor es tímido...como yo.
- Yo tengo miedo a veces, por las noches. Mi mamá me dice que el coco me va a comer si no soy buena y, si mi mamá me dice eso.... Lo dirá por algo ¿no creéis?- Preguntó Mara.
- ¡Hala! A mi, mi abuela Teresa también me habla del coco. Siempre dice que es un monstruo que se come los pies de los niños que se portan mal.
- ¿Pero acaso vosotros habéis visto al coco? ¿Sabéis cómo es?- Protesté.
- Es que los niños no lo pueden ver. -Contestó Mara, con el ceño fruncido.
- ¿No será que los adultos quieren hacer que tengamos miedo? ¿Acaso creen que somos tontos?
Yo, que soy un niño aún, tenía que buscar la manera de que el miedo dejase de crecer en las personas, pero soy consciente que las únicas personas que podrían solucionar este problema eran aquellas que no conocían el miedo, esas en las que el musgo aún no había crecido, los niños y las niñas.
Y yo os pregunto....
¿Me ayudáis?
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