miércoles, 19 de marzo de 2014

LAS GALLINAS DEL PADRE DE MARÍA

En San Ciprián, todos conocen la historia de las gallinas del padre de María. Cada mañana los niños desfilan por delante de esa casa y se colocan, arremolinados junto a la verja, impacientes, con caras de curiosidad, como si el jefe de pista del Gran Circo fuese a dar paso a los leones.

Cada mañana, a las 8.35 de la mañana, siempre puntual como un reloj suizo, Pepe Rivas sale con paso firme. A cada paso que da, parece que el suelo tiembla. Mete su mano derecha en el bolsillo y saca un silbato verde pistacho brillante...

¡¡¡¡  Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii !!!!

En ese momento, la pequeña María sale de casa con la gaita a cuestas, con paso firme como el de su padre y se coloca enfrente del corral de las gallinas. Respira hondo, quitándose los nervios ante tanta expectación, y empieza a tocar la melodía titulada "A muiñeira militar das galiñas".

Cuando María empieza a tocar, Pepe abre las puertas del gallinero de golpe, y las gallinas empiezan a salir de cada uno de sus nidos, cuatro pasos hacia delante, todas alineadas. 
Pepe vuelve a sacar su silbato y pita dos veces seguidas, dos veces fuertes y cortas...

¡¡¡¡ Piiiiiiii !!!!! ¡¡¡¡ Piiiiiiii !!!!

Los niños y niñas, pegados a la verja roja que rodea la finca, vitorean y dan palmas...
- ¡Que salgan los gallos, que salgan los gallos!
Pepe abre las puertas traseras y de ellas salen dos gallos.
  
Como si de generales se tratasen, al son de la música, los gallos rodean el gallinero, uno por cada lado, hasta ponerse en los extremos de la fila, flanqueando a las gallinas que se mantienen inmóviles esperando que el grupo esté completo.

Pepe Rivas guarda en su bolsillo el silbato verde pistacho mientras se acerca a su hija María, que continúa tocando la gaita. 

Teresa, la madre de María, sale de casa con una pandereta, signo de que el espectáculo va a llegar a su parte más importante. Justo en el momento en el que Teresa llega a la altura de su hija y su marido, la niña acaba de tocar. Todo queda en silencio....


Kikirikiiiiiii - Cantan los gallos
Cocorocooo - Contestan las gallinas
A bailar!!! - Gritan María, Pepe y Teresa


La familia entera, con los gallos y gallinas, se convierten en una orquesta, mezclando sonidos de gaita y pandereta con cantos de los gallos y gallinas, acompañados por las palmas de los entretenidos espectadores. 
Para el deleite final del público, los gallos y las gallinas abren sus alas y las vuelven a cerrar, mientras se entrecruzan unas con otros como si fuesen bailarinas y bailarines de ballet. La danza de las aves es espectacular, una coreografía de colores, formas y texturas, como miles de abanicos animados que regalan aire fresco a los espectadores. Hay días que, sin que nadie lo haya preparado, los animales de las fincas vecinas se unen a la danza, haciéndola incluso más colorista y fastuosa, un merecido homenaje a los parientes lejanos de estos animales de granja, Los Inigualables Músicos de Bremen...

Como acto final, Pepe saca por última vez su silbato verde pistacho brillante y lo hace sonar como si un grupo de grillos estuviese avisando a la luna que el día está a punto de comenzar....

¡¡¡¡Piiiii!!!!  ¡¡¡Piriiiipiii!!  ¡¡¡Piiii!!! ¡Piiriiipiii!! ¡¡Pii Piiii!! ¡Piiiii! ¡Piripiiiiii!

Los animales, en fila, se encaminan hacia el gallinero, pasando por delante de los espectadores, despidiéndose del público presente haciendo una reverencia, encaminándose cada uno de ellos hacia su propio espacio en el corral, apurando la melodía que está a punto de terminar. 

Ninguno de ellos nunca se equivoca de sitio porque, como dice la letanía que cantan  los niños de San Ciprián en sus juegos, Pepe Rivas es un maestro como no hay otro igual.




















A María Rivas, espero que este pueda ser un buen regalo del día del padre y de cumpleaños para ti, que algún día les cuentes a tus primas Ángela y Elena este cuento, para que sepan el tío tan grande que tienen. 
La ilusión que tienes para hacer las cosas te la he "robado" para contar una historia que no hubiese existido si no me la hubieses contado.

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