jueves, 5 de diciembre de 2013

LOS AMIGOS INVISIBLES

Unos dicen que son duendes, otros dicen que son elfos, algunos creen que son las hadas... A mi me gusta pensar que los amigos invisibles son personas que, aunque no los veas, están pendientes de ti, intentan que vuelvas a sonreír y buscan tu felicidad por encima de todo y sin pedir nada a cambio...

A veces, los niños y las niñas tienen amigos invisibles, pero sólo en contadas ocasiones, esos compañeros se manifiestan fuera de los juegos habituales.

Esta es una de esas veces, de la cual tuve la suerte de ser testigo....

- ¿Por qué sonríes, mi amor?
- Estaba pensando en mi amigo invisible.
- ¿De verdad? ¿Y que te hace tanta gracia?
- Pues... que aunque no nos hayamos visto, eso no impide que seamos amigos.
- Creo que no te entiendo...
- ¿Te acuerdas el día que tuve ese problema en el cole?
- Claro, como no me voy a acordar...
- Al día siguiente, entre las hojas de mi cuaderno encontré por casualidad una nota que decía:
             
"Sé como te sientes, a mi también me ha pasado, y lo siento. Si te sirve de algo, CREO EN TI, y esto pasará, ten paciencia "

               
Yo le contesté dándole las gracias, aunque seguía dándole vueltas y más vueltas a como solucionar ese problema. Después guardé la hoja en mi cuaderno, justo en la hoja en la que había encontrado la nota.

- ¿Y qué pasó?
- Al día siguiente, en la misma hoja, la número 30 de la unidad 10, apareció una nota distinta, que decía:

"Tienes que pensar que no puedes caer a todo el mundo bien, ni puedes controlar lo que la gente piense de ti. Lo importante es lo que piensas tú de ti mismo, ser el mejor tú posible, no para los demás, para ti. Si consigues confiar en ti mismo, los demás podrán ver lo especial que eres, igual que lo veo yo".

- Yo también creo que eres especial. Tu amigo parece inteligente. Cuéntame más... ¿tú también le aconsejas?
- Claro, vaya pregunta...
- ¿Y qué haces?
- Le estoy enseñando a reír, porque ha olvidado cómo se hace.
- ¿No me digas?
- Si. Dice que se ha olvidado cómo se hace para que uno se ría, así que yo le cuento los tropiezos que tengo al pisar los cordones de los zapatos, los chistes que cuentan en clase, o le hago dibujos graciosos, como cuando me pusieron las gafas de buceo y yo ponía cara de pato...
- ¿Y le gustaron?
- ¡¡¡Muuuuchoooo!!! Me contó que había notado un cosquilleo conocido en la comisura de los labios, como si algo estuviese a punto de salir, como un conejo de la chistera de un mago. Yo creo que casi consigo que vuelva a sonreír. ¿Tú qué crees?
- Creo que lo estáis haciendo muy bien los dos.
- Yo también lo creo.
- Pero, tu problema en el cole ya pasó, ¿de que habláis ahora?
- De lo que nos gusta y de lo que no nos gusta, de lo que nos enfada y de lo que nos alegra.
- Se podría decir que os estáis conociendo, ¿no?
- Si, eso es cierto aunque tengo una duda... ¿Cómo puedes ser amigo de alguien que no ves?
- La amistad, al igual que el amor o el cariño, no se ve, se demuestra.
- No se.... No lo veo claro...
- Es fácil, mi vida. ¿Tú me quieres?
- ¡Te quiero muchísimo!
- Y si estuviese lejos... ¿Me querrías igual?
- Pues claro!
- Sin embargo, no me podrías ver. El sentimiento de amor y cariño sigue ahí, porque nos ayudamos, cuidamos el uno del otro y nos preocupamos si el otro no lo está pasando bien, o está triste. Las cosas más importantes de la vida no son cosas, no se pueden ver ni tocar, pero aún así, son lo más importante.
- Creo que te entiendo papi. Lo importante es que si quiero a alguien, da igual que no lo vea, lo importante es que intente demostrar a esa persona que es importante para mi, ayudándola en lo que pueda, no?
- Si cariño. Me siento muy orgulloso de ti. Eres lo mejor y te quiero. Ahora toca cerrar los ojos y soñar con tus amigos, los visibles y los invisibles. ¡Buenas noches ratón!
- Buenas noches papi ¡Yo también te quiero!

Hay gente que no necesita verte todos los días aunque esté pendiente de ti, de que seas feliz, de que vuelvas a sonreír, de enseñarte lecciones cada día...
Esta ha sido sólo una de sus historias.

"En ocasiones, las Hadas también se escriben sin H"
A Úlex. Este cuento explica cosas que la gente no entiende, porque no son cosas. Lo importante es que los dos lo entendemos y no nos importa lo que digan o hagan los demás.

Aunque no nos veamos, somos AMIGOS INVISIBLES....

jueves, 10 de octubre de 2013

EL MIEDO

EL MIEDO VISTO POR EL ADULTO

Hay días en los que, sin saber porqué, vuelven a ti preguntas que te haces cuando eres niño.

Las respuestas a esas preguntas se van resolviendo a medida que vas creciendo, pero no todas son reales, son sólo un paso intermedio entre la pregunta y la respuesta. Es, como diría Miguel, estar haciendo el pino puente sobre un castillo de naipes. Mientras mantienes el equilibrio todo va bien pero en el momento en el que algo falla, la caída es terrible...

Hoy me he despertado y por un momento he sentido MIEDO, pero no un miedo a algo en particular, era un miedo a todo, a dar un paso, a respirar, a comer, a lo que me esperaba cuando llegase a clase, a si esa chica de ojos verdes de la cafetería no me iba a sonreír hoy, y también a si al final lo acababa haciendo.

Durante un largo rato, acostado en la cama, intenté que esa sensación desapareciese o simplemente cambiarla de lugar, a uno que estuviese alejado de mis pensamientos, de la misma forma que Miguel hace desaparecer cartas que al final están fuera del alcance de mi vista. Pero yo no soy ningún mago, sólo soy el profesor de infantil nuevo...

Mientras esperaba a que los niños y niñas llegasen al aula, la sensación de MIEDO me golpeó otra vez, haciéndome perder el equilibrio y desplomarme en la silla de respaldo acolchado que está al lado de la pared de los percheros. Tenía la misma sensación que cuando recibes un balonazo en la cabeza que no ves venir. Estaba desorientado....

En ese preciso momento, una avalancha de risas gritos y carreras se abría paso por los pasillos, igual que un río desbordado que va buscando su camino a traves de la tierra, sin impedimentos, sin fronteras, libre...
Intenté ponerme en pie, pero volví a desplomarme sobre la silla.

No sabía qué me esperaba ni cómo afrontarlo...

¿Qué les iba a decir a los alumnos?
¿De qué forma me enfrentaría a este reto?

EL MIEDO VISTO POR EL NIÑO

Me ha llamado la atención la cara de Jorge, mi profe, cuando entramos en clase. Era la misma cara que pone mamá cuando juego en los columpios de los mayores, o cuando estamos comiendo e intento utilizar los cubiertos igual que ellos. Siempre pasa lo mismo....
- ¡Vete despacio, no te vayas a caer!!
- ¡¡Cuidado con el cuchillo, no te vayas a cortar!!

¿Acaso no os dáis cuenta que si no aprendo a hacerlo ahora, nunca seré capaz de jugar o comer como todos?

Ellos hablan de que tienen miedo a qué me pase algo, que me haga daño o se lo haga a alguien. Y yo me pregunto:
¿Qué es el miedo?
En los cuentos, el miedo no tiene forma ni tamaño, no es de ningún color, no tiene cara ni manos, no habla, no se le puede tocar.... El miedo, pienso yo, es una palabra, pero no sé que significa.

A lo largo de la mañana Jorge nos ha dicho que pensemos qué creemos que es el miedo. Nos ha dicho que preguntemos a nuestras familias y a nuestros amigos y mañana, entre todos, intentaremos buscar cuál es la mejor respuesta a esa pregunta. En ese momento me he dado cuenta de dos cosas:

1. El miedo no está en los niños. Es como una especie de musgo que va creciendo en la gente a medida que va creciendo.
2. Jorge, mi profe, tenía miedo y necesitaba ayuda.

A la salida, esperando que nuestros papás y mamás nos viniesen a recoger, les pregunté a Mara y a Carlitos que sabían ellos del miedo.

- El miedo es feo y cuando habla, suena igual que el viento cuando pasa por las esquinas de las ventanas.- Dijo Carlitos.

- No sé Carlitos, si suena igual que el viento... ¿A lo mejor es el viento?

- Pero a lo mejor le gusta hacer ese ruido, a ti también te gusta imitar a las vacas diciendo ¡¡¡MUUUUU!!!

- No se, a mi me parece raro. De todos los ruidos que hay, escoger ese... 
¿Y cómo sabes que el que lo hace es el miedo? Podría ser cualquiera. ¿Tú lo has visto?

- No, no lo he visto nunca. A lo mejor es tímido...como yo.

- Yo tengo miedo a veces, por las noches. Mi mamá me dice que el coco me va a comer si no soy buena y, si mi mamá me dice eso.... Lo dirá por algo ¿no creéis?- Preguntó Mara.

- ¡Hala! A mi, mi abuela Teresa también me habla del coco. Siempre dice que es un monstruo que se come los pies de los niños que se portan mal. 

- ¿Pero acaso vosotros habéis visto al coco? ¿Sabéis cómo es?- Protesté.

- Es que los niños no lo pueden ver. -Contestó Mara, con el ceño fruncido.

- ¿No será que los adultos quieren hacer que tengamos miedo? ¿Acaso creen que somos tontos?

Yo, que soy un niño aún, tenía que buscar la manera de que el miedo dejase de crecer en las personas, pero soy consciente que las únicas personas que podrían solucionar este problema eran aquellas que no conocían el miedo, esas en las que el musgo aún no había crecido, los niños y las niñas.

Y yo os pregunto....
¿Me ayudáis?

A Miguel, por ponerme retos siempre que se lo pido y por enseñarme que la magia no es del mago, es del espectador que se convierte en un niño al disfrutar de ella.


martes, 1 de octubre de 2013

TEJIENDO HISTORIAS: NUNCA DEJÉIS DE SOÑAR

Cuando entró en la casa no encendió la luz, sabía que María, el hada aprendiz estaba a punto de ponerse con el trabajo que le había ordenado el mago Uxío, aunque en ese preciso momento estaba ocupada enseñando a volar al pequeño dragón.

Ellos no sabían que Moncho, quizás el único búho del bosque con miedo a la oscuridad les vigilaba por un agujerito, encerrado en uno de los armarios de la gran sala, esperando pacientemente a que el gran mago despertase de su larga siesta y mostrase el lugar donde escondía el hilo de rayos de sol con el que María, el hada, tejía la bufanda mágica que nunca nunca se llegaba a apagar del todo.

Uxío y María eran maestro y aprendiz, pero eran como las dos caras de una moneda, nunca se podían ver, todo por culpa de un maleficio. Si alguna vez se llegasen a ver, el mal hechizo les convertiría en lentejas negras, esas que nadie quiere echar a la olla y siempre acaban perdidas debajo de los muebles y las alfombras.

Aún así, se escribían, se hablaban a gritos del piso superior al inferior, se dejaban regalos, pero nunca nunca se habían visto. Ella era feliz con él, el era feliz con ella  y su destino siempre sería vivir separados para toda la vida.

Moncho los vigilaba cada día, incluso había ido alguna vez de compras con María y había acompañado a Uxío a sus visitas en los que el mago ayudaba a calmar los picores de cabeza y a auxiliar a los críos cuando sufrían asfixias perinatales.

Después de mucho esperar y esperar y viendo que era imposible que el mago o el hada le dijeran como conseguir su bufanda mágica, tras naufragar entre dudas, entre la angustia y el placer de poseerla y dejar atrás la oscuridad que tanto temía, Moncho decidió actuar. Sabía que en esa situación era como la mariposa que quiere volar más alto, como el niño que corre tras la pelota en una cuesta que no tiene fin y sabe que el éxito es un 1% inspiración y un 99% transpiración. Tenía que esforzarse por encontrar el remedio a ese maleficio que mantenía al mago y al hada separados.

El búho voló y voló, atravesando ríos y montañas, preguntando a todo el mundo que se encontraba si conocían cómo romper el maleficio. Durante infinidad de días, Moncho viajó buscando la respuesta, desde el verano en el que el cielo era azul hasta el invierno con sus días grises y fríos, pero sin obtener ni una pequeña pista de la forma de deshacer ese maldito hechizo.
Una tarde de primavera, después de comer, el búho se quedó profundamente dormido, quizás por estar muy cansado, quizás por haber comido mucho, o quizás víctima de un hechizo. En el sueño, Moncho se vio volando solo, en la oscuridad de la noche, sin ninguna luz que le iluminase el camino. No sabía qué hacer, estaba petrificado de terror….

Justo en el momento en el que iba a desfallecer, una luz comenzó a iluminar la oscuridad de la noche. Era la señora Luna que lentamente se alzaba por el horizonte. La luz que desprendía era azulada y fría, pero Moncho se dio cuenta que le hacía menos daño que la del sol del día. Se quedó mirándola pasmado hasta que la señora Luna le habló:

-         - Querido Moncho, no sé qué decirte, un viaje tan largo y, ¿no vas a hacer la pregunta a la única que puede responderla?

En ese momento el búho pensó:

-          - La vida da muchas vueltas, toda mi vida temiendo la oscuridad y la respuesta que busco está donde más temo encontrarla. Debe ser que el tiempo pone cada cosa en su sitio.

El búho le preguntó a la señora Luna cómo podían romper ese maleficio, y ella le indicó lo que tenía que hacer el mago y el hada.

Se despertó de pronto, pestañeando tres o cuatro veces seguidas, moviendo el cuello nervioso, izquierda, derecha, izquierda, derecha….

-         -  ¡Qué gran sueño acabo de tener, qué gran siesta me acabo de echar!

Volvió a casa, más rápido que las lagartijas cuando oyen el aleteo del halcón en el pedregal, como el niño que mordía el pan apresuradamente para poder salir a jugar lo antes posible. Ya no necesitaba parar por la noche, ya no tenía miedo a la oscuridad. La noche ahora era su amiga y la señora Luna, su compañera.

Justo antes de llegar, Moncho les pidió amablemente a un padre y a un hijo que estaban sentados en un banco que le ayudasen a escribir las indicaciones que la señora Luna le había dado para María y para Uxío. Ellos aceptaron, con la condición de que el búho recitase 7 veces el trabalenguas de "Pablito clavó un clavito" sin equivocarse. A pesar de que Moncho se equivocó todas las veces, les hizo tanta gracia que se lo hicieron de buena gana.

Cuando el sol empezaba salir sobre la línea del horizonte, el búho llegó a la casa. Rápidamente colocó las dos notas en las puertas del mago y del hada, escondiéndose en su sitio, vigilándoles por ese agujerito.

Durante todo el día no se escuchó nada, nadie se movió. Toda la casa estaba tranquila como si toda la estancia se encontrase dentro de una burbuja y eso era muy raro, porque la cocina estaba llena de basura. Todo el día en silencio….

Aquella noche, el mago y el hada, sentados en el balcón de la luna, vieron una estrella caer y lo único que hicieron fue cerrar los ojos y pedir aquel deseo.

Y vosotros pensareis, si el búho ya no le tenía miedo a la oscuridad, seguramente ya no quería la bufanda mágica. Entonces…. ¿Qué les pidió a cambio?

LO MISMO QUE YO OS PIDO A VOSOTROS, QUE NO DEJÉIS DE SOÑAR

¡¡¡GRACIAS A TODOS. ESTO ES TAN MÍO COMO VUESTRO!!!




A todos los que me habéis ayudado, que habéis hecho que me convierta en un "sastre de vuestras frases" para crear esta historia  como si de una colcha se tratase. Espero que os guste y que os sintáis parte de ella. Muchos besos!!!  




sábado, 3 de agosto de 2013

COMO CADA NOCHE

Noche tras noche, mami se acerca suavemente a la cama de Grillo, escondiéndose del ruido que la busca, esquivando el rum rum de los muñecos de trapo, y los siseos de  las hojas secas que descansan en el suelo. Ella siempre se ve como el agua del riachuelo, evitando el ruido como lo hace el agua con las piedras al descender río abajo...

Como cada noche, Grillo la espera con los ojos muy abiertos, como si estuviese a punto de abrirse el telón del teatrillo de marionetas que su hermana, ahora dormida a su lado, le enseñaba cada tarde después de la merienda.

- ¿Por qué no duermes Grillo?- Le pregunta Mami, mientras le acaricia dulcemente su cara.

- No duermo mami, porque no quiero perder el tiempo cerrando los ojos. Quiero saber todo lo que me espera cuando crezca, qué es el amor, la amistad, qué está bien y qué está mal, como ser feliz siempre y cómo hacer del mundo un lugar más bonito y mejor...
Quiero que esta sensación de calor nunca se apague, que siempre esté encendida, iluminando mi vida y la de los que me rodean...
¿Me enseñarás mami?

- Mi querido grillo, lo único que puedo hacer es acompañarte en ese viaje que es la vida, y aconsejarte cuando no seas capaz de ver la solución a los problemas que surjan. Pero las respuestas a esas y a más preguntas que tendrás, has de encontrarlas por ti mismo, porque es la única forma de aprender y llegar a ser feliz.
Pero, primero, deberías descansar Grillo....

- Lo se mami, pero quiero escuchar tus historias de cuando eras niña, de cómo te escondías de los abuelos y esperabas debajo de la mesa a que te encontrasen, y recibirlos con esa sonrisa tan pícara que tienes y que me has dado.
Quiero que me cuentes tus aventuras, descubriendo cosas nuevas cada día, qué cosas te gustaba pintar, cuándo descubriste esa canción que me cantas cuando estoy triste, y haces que aparezca mi sonrisa....
Cuéntame todas esas cosas mami, antes de que me quede dormido, ¿no ves que escuchar tu voz me tranquiliza, me llena de paz?

- Si seguimos haciendo tanto alboroto tu hermana se va a despertar......

- Eso también lo se, mami, y creo que es una buena idea despertarla.
Quiero demostrarle que puedo ser su compañero de travesuras, planearlas juntos, disfrutar de sus ocurrencias, con las que siempre acabamos todos rodando por el suelo de risa.
Tú y ella sois mis lucecitas, y hacéis que necesite buscaros todo el rato, vuestra sonrisa, vuestras miradas cómplices....

- Pero Grillo, ¿y que pasa con papi?

- Papi es mi árbol, un árbol de raíces gruesas y profundas.  Papi me da la seguridad que necesito cuando tengo miedo, y siempre me ayuda a superar todas las cosas, prestándome su mano. También es él quien hace que me sienta un pájaro, y sentir el viento en mis pestañas. Es él quien me enseña a quereros más a través de sus pupilas.

- Ya que no vas a dormir, dime: ¿Qué quieres saber? ¿Qué quieres que te cuente?

- Mmmmmm, quiero que me cuentes muchas historias mami, cuéntame  la historia de cómo atravesaste medio mundo para encontrar a papi, cuéntame cómo es el mundo que aún casi ni conozco, cuéntame porque me llamo Grillo...
Quiero  saber mami, tantas cosas.....

- Así lo haré Grillo, pero tienes que ponerte cómodo para escucharlas

Y como cada noche, Grillo bosteza y se acomoda en la cama, mientras Mami le cuenta las historias que hacen al niño soñar con el mundo que, con los brazos abiertos, le espera...





A Erea, Flavia y Ramón. Espero que esas noches sin dormir den para muchas historias que contar.
Ojalá esta fuese una de ellas...

lunes, 13 de mayo de 2013

EL NIÑO QUE BUSCABA SU SOMBRA (CUENTO SIN FINAL)

Había una vez, no hace mucho tiempo, cuando las caracolas despertaban a las rocas entre ola y ola con grandes bostezos de arena y algas, un niño, un niño especial, y era especial porque no tenía sombra.

No tener sombra puede que, en principio, no parezca gran cosa, pero el niño sólo podía sentirse triste porque toda la gente que conocía tenía sombra, hablaban con ella, jugaban a imitarla y descubrir nuevas figuras o animales hechas con la sombra de sus manos, mientras correteaban entre sombras de árboles o, en ocasiones, tan sólo mirarla para saber si aún seguía allí, pegada a sus pies.

El niño no sabía por qué era el único que no tenía sombra así que, un buen día, decidió hablar con la tierra, porque podría ser que la tierra, al ver que el niño la pisaba tan fuerte, se hubiese enfadado con él y negarse a que la sombra del niño pudiese apoyarse en ella, dibujando su oscura silueta sobre sus colores pardos, verdes, rojizos, naranjas, ocres y blancos.

Paso a paso, con gran esfuerzo, el niño subió a la montaña más alta de todas las montañas que su vista alcanzaba, suponiendo que desde allá arriba, la señora tierra le escucharía y además, le demostraría lo mucho que le importaba al niño su sombra, que hasta había sido capaz de subir a una montaña tan alta siendo tan pequeño.

Al principio, en la ladera, el niño andaba deprisa, casi corría, pues era el principio del camino y acababa de desayunar dos trozos de pan con miel, que hábilmente había conseguido de un panal de cristal, donde cien abejas reinas cultivaban la mejor jalea mientras miles de soldados zánganos recolectaban el néctar de las flores silvestres, y así toda la comunidad estuviese alimentada y pudiese trabajar casi sin descanso.

Lo cierto es que cuando el niño pidió permiso a las abejas, éstas estaban tan ocupadas dándoles a los bebés abejas la mejor de las mieles, que no le prestaron demasiada atención, ni siquiera le parecieron enfadadas, ni nerviosas, era como si no hubiesen notado que el niño hubiese estado allí.

Un trecho más arriba, la montaña comenzaba a empinarse poco a poco, suavemente, como un murmullo que cada vez vas escuchando más claro y, aunque no eres capaz de saber que significa el murmullo, las palabras, a medida que que te vas acercando, se dibujan con líneas cada vez más claras, hasta formar un dibujo de lo que el murmullo en realidad significa.

Los pasos eran ahora más lentos que antes, aunque el ritmo era vivo aún,  como cuando una sonrisa pasa a ser risa y de ahí a carcajada, casi sin notarse.

El niño, tras largo tiempo caminando, decidió separarse del camino a la cima y dirigirse a un riachuelo que bajaba a carreras procedente de los hielos que la montaña guardaba en sus barbas para que en los días de calor pudiera refrescar su viejo cuello con uno o dos pedazos de hielo fresco y virgen que allí celosamente guardaba............


 (CONTINUARÁ)

















A Irene, a la que prometí acabar este cuento cuando hubiese vivido lo suficiente como para saber cómo termina....

lunes, 29 de abril de 2013

EL SECRETO DE LA NUBE FRITA DE SARA

Todos querían saber su secreto.....

Los participantes  del concurso de nubes de azúcar se morían por saberlo. Hubiesen dado todo lo que tenían para conocer la fórmula secreta de aquel maravilloso dulce.
Algunas industrias del sector de los dulces incluso le habían ofrecido a Sara
mucho dinero, pero ella siempre lo había rechazado.

Habían probado de todo, contrataron detectives para espiar a Sara mientras 
preparaba la mezcla pero, a pesar de copiar las cantidades de forma exacta,
el resultado no era el mismo, ni se acercaba.
Pusieron a sus químicos a trabajar, analizando las nubes fritas,
pero aunque conocían los ingredientes,
no sabían la manera en la que Sara freía sus nubes.
Pidieron también a famosos cocineros que buscasen
cómo se podía freír una nube de azúcar sin quemarla,
quedando de ese color rosáceo como los labios de la chica,
crujientes por fuera y tiernas por dentro. Una explosión de dulzor,
como el sabor del primer beso de amor en un día de verano.

Tras meses y meses de pruebas, lo único que consiguieron
fueron nubes de azúcar marrones, negras y violetas,
de sabor amargo, como esa sensación de ahogo, de vacío,
cuando el amor no es correspondido.

Tras años de intentos todos desistieron, unos por considerar 
que Sara, para hacer sus nubes, hacía trampas,
otros por pensar que era cosa de magia,
y otros llegar a la conclusión de que lo que hacía Sara,
simplemente no eran nubes de azúcar, aunque se pareciesen.

Sara sabía que su secreto era suyo.
Aunque lo revelase, nadie la hubiese creído,
por eso nunca nadie supo cual era el secreto de sus nubes fritas,
nadie salvo su hija, Helia.

Todos querían saber el secreto de Sara,
ese secreto que ni químicos, ni detectives, ni cocineros
habían podido descubrir,ese que Sara
no podía decir porque nadie le hubiese creído.

A ti, que estás leyendo esta historia yo, Helia, te lo voy a contar...

El secreto de las nubes de mi madre es el amor,
un amor que ella le mostraba a mi padre cada mañana, 
al despertarse, y le lanzaba besos dulces y suaves
que hacían que mi padre despertase y empezase a calentar
con sus rayos, y cada atardecer en el que mi madre se bañaba en la playa
hasta que mi padre llegaba, y después de bañarse juntos,
los dos se dormían, pensando el uno en el otro.

Mi padre ayudaba a mi madre a preparar los dulces.
Cuando ella acababa de hacer las nubes,
mi padre les soplaba suavemente,
hasta que las nubes quedaban del color de los labios de mi madre,
crujientes como la piel de mi padre
y tiernas como el amor que siempre les ha unido.

Ahora, que ya está atardeciendo me despido de ti,
que estás leyendo la historia
del secreto de las nubes fritas de mi madre, Sara.





A Sara Caramelo, por ayudarme a crear un mundo en el que lo malo sólo es un sabor amargo, y lo bueno es lo más parecido al sabor de un caramelo en la boca de un niño.

NÁMASTE

SHE Y LA, DOS PECES EN EL ESTANQUE

She y La eran dos peces.
She y La eran dos peces que nadaban en un estanque.
She y La eran dos peces que nadaban en un estanque haciendo carreras.
She y La eran dos peces que nadaban en un estanque haciendo carreras, siempre en circulos.
She y La eran dos peces que nadaban en un estanque haciendo carreras, siempre en círculos, uno detrás del otro, nunca juntos.
She y La eran dos peces que nadaban en un estanque haciendo carreras, siempre en círculos, uno detrás del otro, nunca juntos, y se sentían sólos.
She y La eran dos peces que nadaban en un estanque haciendo carreras, siempre en círculos, uno detrás del otro, nunca juntos, y sentían sólos, tan sólos que un día los dos peces dejaron de correr.

She y La, los dos peces, se miraron a través de las cascadas de gotas que golpeaban con besos el líquido cián del estanque. Sabían que para no seguir siendo dos peces solitarios debían de ceder parte de su forma de ser impetuosa para ganar un gran premio, la compañía de su compañero de juegos.

She y La, los dos peces del estanque se miraron otra vez, y sin saber porqué, sonrieron. Los dos al unísono, movieron sus aletas, de forma tranquila primero y poco a poco más y más rápido hacia el centro del estanque hasta casi encontrarse, a pocos centímetros. Los dos estaban nerviosos y en vez de hablar, unas burbujas saliron de sus bocas, haciéndoles cosquillas en las escamas...

Grandes risotadas soltaron los dos peces, soltando más burbujas, provocando más cosquillas y mas risas. Durante mucho rato estuvieron los dos peces del estanque, y se dieron cuenta que nunca en sus vidas de pez habían reído tanto. Los dos eran felices.

Y así fue como She y La, los dos peces que nadaban en un estanque haciendo carreras, siempre en círculos, uno detrás del otro, nunca juntos, y se sentían sólos se convirtieron en She y La, los dos peces que nadaban, jugaban, reían y se divertian juntos, nunca solos, por saber ceder parte de su espacio en favor de un bien común.

A Sheila, a la que un dia, sentados en el borde de un estanque, le prometí hacer un cuento parecido al que os he contado.

miércoles, 24 de abril de 2013

ÍNDICE DE CUENTO

1 Galgo mordía tranquilo el hueso
2 Minutos después de que
3 Tortugas hubiesen estado jugando
4 veces a "piedra, papel, tijera" sobre ese hueso de
centímetros de largo. Mientras tanto,
6 yeguas blancas recorrían
7 leguas de distancia para alcanzar las
8 praderas verdes que aún quedaban en el valle, custodiadas por
9 tigresas vestidas con disfraces de 
10 colores diferentes para poder ocultarse de los
11 chimpancés que jugaban con ellas al escondite los
12 meses del año.
13 Charcas de agua cristalina bordeaban las praderas, donde podías encontrar
14 tipos distintos de peces luchadores, que vivían sobre los
15 lechos de corales de charca, únicos en el mundo.
16 años viviendo en paz las
17 especies animales, hacían de este lugar uno de los
18 parajes más deseados para vivir, y donde
19 parejas les contaban a sus hijos e hijas
20 cuentos, todos ellos, con protagonistas muy parecidos a los
21 que voy a empezar a leer, mientras descansamos mirando a los
22 patitos de goma que están flotando en la piscina de
23 metros que han hecho para divertirnos y refrescarnos durante las 
24 horas del día de ayer los
25 castores del río con
26 troncos de árboles que descansaban en el desván.
27 fiestas de cumpleaños vamos a celebrar aquí, con 
28 payasos vestidos con camisas de
29 botones rojos, subidos a lomos de 
30 elefantes con tu-tú rosa y zapatillas de ballet hechas con
31 cañas de bambú japonés, repasadas
32 veces por cada lado, para que puedan resistir los
33 kilogramos que pesa cada pata.
34 veces seas bienvenido al paraiso de los cuentos, en el que
35 mundos diferentes espero que puedas descubrir y disfrutar....



¡¡Allá vamos!!







lunes, 22 de abril de 2013

PORTADA: MIENTRAS DORMÍAS

Mientras dormías, se dibujó una sonrisa en tu cara,
de esas tan pícaras que pones cuando vas a hacer alguna travesura
y sabes que te estoy mirando....

Mientras dormías, arrugaste la frente, 
como cuando te enfadas conmigo jugando,
y quieres que te devuelva el chupete o la pelota,
aunque siempre sabes como hacer de eso un juego, 
y ríes....

Mientras dormías, se te escapó un suspiro,
muy parecido al que se te escapa antes de darte la última cucharada de la comida que,
con tanto cariño, te he preparado.

Mientras dormías empezaste, solo por un segundo, a llorar,
igual que cuando estás muy cansado y haces pucheros,
cómo pidiéndome que deje de darte besos antes de dormir,
pero si dejo de hacerlo, me pides más...

Mientras dormías, rodaste en la cuna,
de la misma forma que lo haces, en esas tardes de lluvia,
jugando a tirarnos por el suelo y hacer el pino,
a pasar corriendo por debajo de mis piernas, 
o simplemente a abrazarnos....

Mientras dormías, negaste con la cabeza,
como cuando juegas con los abuelos a decir no, y a decir si.
Tú siempre sabes como dejar a todos con la boca abierta,
esperando la siguiente gracia, o el siguiente baile, la siguiente risa...

Mientras dormías, estiraste el brazo y abriste la mano,
cómo pidiéndome que te la cogiese,
igual que cuándo quieres subir al tobogán o bajar las escaleras.
La sensación de ser tu apoyo, de que confías en mi,
siempre me da fuerzas...

Mientras dormías, te has despertado de repente y,
en la oscuridad, me has buscado.
Yo, como siempre, te he sacado de la cuna y te he abrazado,
después te he puesto en la cama, a mi lado, y te he acariciado el pelo.
Tú, como siempre, has suspirado profundamente,
y en la oscuridad has agarrado mi mano.
Eso siempre te ha dado la tranquilidad necesaria para encontrar otra vez el sueño...

Mientras dormías, mientras dormías...
Soñabas con los cuentos que dulcemente te contaba,
día tras día...


Para Andrés, que cada día es y será una gran aventura que contar...