lunes, 15 de junio de 2015

MARÍA, LA CUENTATODO

María es una niña especial, una niña de 8 años castaña y de ojos marrones. A simple vista nadie diría que es una niña especial, pero lo es. Es tan extraordinaria como una vaca púrpura en medio de un prado amarillo.

Os estaréis preguntando ¿Y qué tiene de especial?

Os lo contaré. 
A María le encanta contar todo. Cuenta desde que se despierta hasta que se acuesta.

Cuenta el tiempo que le queda para que su mami la llame para desayunar, cuenta las galletas que están en su plato de desayuno, cuenta las veces que se cepilla el pelo antes de vestirse, cuenta los pasos que hay desde su casa hasta el colegio, cuenta cuantos compañeros hay en clase y cuantos faltan, cuenta  los guisantes que hay en el plato que le ponen a la hora de comer, cuenta sus muñecas, sus pelotas, sus piezas de puzzle y sus coches mientras juega, cuenta las veces que su papi llama a su hermano para que vaya a lavarse los dientes después de cenar, cuenta los cuentos que le cuentan antes de dormir y los besos que le dan y los que ella da y por supuesto, cuenta ovejas saltarinas antes de que empiece a soñar. Incluso hay noches que sueña que cuenta cosas.


Un día que no tenía colegio, mientras desayunaban en la mesa de la cocina, la madre de María le preguntó:

- María ¿cuánto nos quieres?

María se quedó callada, pensativa. Con lo que a ella le encantaba contar y nunca se había parado a pensar cuánto quería a sus padres y a su hermano. Sabía que era mucho, pero... ¿Cuánto era ese mucho?

No supo que contestar.

Podía decir 3, como las cucharadas de cacao que echaba en la taza de leche caliente del desayuno. Aunque pensándolo bien, la taza era muy pequeña. En el bote de cacao hay muchas más cucharadas.
Podía elegir 12, como los números que marca el reloj de la entrada. Aunque pensándolo bien, el reloj está en cada número dos veces para que pase un día.... ¿Cuántos 12 tendría que contar para llegar a 8 años?
Podía decir 54, como los peldaños de escaleras que hay desde el portal hasta la puerta de su casa. Aunque pensándolo mejor,  podría ser más, mucho más. Había más peldaños de escalera hasta los pisos de arriba, así que no escogió ese número.
Podía decir 432, como los pasos que hay desde la puerta de casa hasta la puerta del colegio, y son muchos... Aunque pensándolo mejor, ella iba caminando todos los días al colegio y no le costaba mucho, así que no serían tantos como el número que buscaba.


De pronto, un pensamiento entró de puntillas en la cabeza de María.
"Si no soy capaz de encontrar un número para saber cuánto quiero a mis padres y a mi hermano...." - Sus ojos se llenaron de lágrimas. - "... A lo mejor es que no los quiero".
Su madre, que aún estaba esperando una respuesta con una sonrisa pícara, cambió de repente de expresión, preocupada al ver a María llorar.
- "¿Qué te pasa princesa,  por qué lloras?

- Mamá, no consigo contar cuánto os quiero... ¿Quiere decir eso que no os quiero nada?

- No, no es eso princesita. Lo que pasa es que hay cosas que somos capaces de contar y hay cosas que no, porque son tan grandes que no hay números suficientes para describirlo. En la vida hay cosas que no se ven con los ojos, tienes que usar el corazón para verlas, para sentirlas. La bondad, el amor y la amistad, por ejemplo, no se ven, simplemente se sienten y se demuestran cada día.

- Entonces... Si alguien me pregunta algo que no puedo contar.... ¿Cómo lo cuento?

- Deja que el corazón te guíe y nunca te equivocarás. Si alguien me pregunta cuánto te quiero a ti, o a tu hermano, o a tu padre, yo no sabría encontrar las palabras, pero lo que siento hace que me preocupe por vosotros, quiera que estemos juntos, tenga ganas de besaros y abrazaros todo el rato... Y eso es así porque siento que, sin vosotros, no podría ser feliz. Y ahora... ¿Que harías tú para demostrarme cuánto me quieres?

María abrió los ojos y rió. - ¡Haría esto mami!

De un salto, se abalanzó sobre su madre tirándola al suelo, abrazándola con todas sus fuerzas y bombardeándola con besos.

- ¿Has visto María? Si dejas que tu corazón hable por ti nunca, nunca te equivocarás.


Las cosas realmente importantes de la vida no se pueden contar, pero eso no significa que sean poca cosa. Lo que nos rodea, lo que nos da energía, sólo se cuenta sintiendo. Ojalá que l@s contador@s de sentimientos se diesen cuenta de ello.

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