lunes, 29 de abril de 2013

EL SECRETO DE LA NUBE FRITA DE SARA

Todos querían saber su secreto.....

Los participantes  del concurso de nubes de azúcar se morían por saberlo. Hubiesen dado todo lo que tenían para conocer la fórmula secreta de aquel maravilloso dulce.
Algunas industrias del sector de los dulces incluso le habían ofrecido a Sara
mucho dinero, pero ella siempre lo había rechazado.

Habían probado de todo, contrataron detectives para espiar a Sara mientras 
preparaba la mezcla pero, a pesar de copiar las cantidades de forma exacta,
el resultado no era el mismo, ni se acercaba.
Pusieron a sus químicos a trabajar, analizando las nubes fritas,
pero aunque conocían los ingredientes,
no sabían la manera en la que Sara freía sus nubes.
Pidieron también a famosos cocineros que buscasen
cómo se podía freír una nube de azúcar sin quemarla,
quedando de ese color rosáceo como los labios de la chica,
crujientes por fuera y tiernas por dentro. Una explosión de dulzor,
como el sabor del primer beso de amor en un día de verano.

Tras meses y meses de pruebas, lo único que consiguieron
fueron nubes de azúcar marrones, negras y violetas,
de sabor amargo, como esa sensación de ahogo, de vacío,
cuando el amor no es correspondido.

Tras años de intentos todos desistieron, unos por considerar 
que Sara, para hacer sus nubes, hacía trampas,
otros por pensar que era cosa de magia,
y otros llegar a la conclusión de que lo que hacía Sara,
simplemente no eran nubes de azúcar, aunque se pareciesen.

Sara sabía que su secreto era suyo.
Aunque lo revelase, nadie la hubiese creído,
por eso nunca nadie supo cual era el secreto de sus nubes fritas,
nadie salvo su hija, Helia.

Todos querían saber el secreto de Sara,
ese secreto que ni químicos, ni detectives, ni cocineros
habían podido descubrir,ese que Sara
no podía decir porque nadie le hubiese creído.

A ti, que estás leyendo esta historia yo, Helia, te lo voy a contar...

El secreto de las nubes de mi madre es el amor,
un amor que ella le mostraba a mi padre cada mañana, 
al despertarse, y le lanzaba besos dulces y suaves
que hacían que mi padre despertase y empezase a calentar
con sus rayos, y cada atardecer en el que mi madre se bañaba en la playa
hasta que mi padre llegaba, y después de bañarse juntos,
los dos se dormían, pensando el uno en el otro.

Mi padre ayudaba a mi madre a preparar los dulces.
Cuando ella acababa de hacer las nubes,
mi padre les soplaba suavemente,
hasta que las nubes quedaban del color de los labios de mi madre,
crujientes como la piel de mi padre
y tiernas como el amor que siempre les ha unido.

Ahora, que ya está atardeciendo me despido de ti,
que estás leyendo la historia
del secreto de las nubes fritas de mi madre, Sara.





A Sara Caramelo, por ayudarme a crear un mundo en el que lo malo sólo es un sabor amargo, y lo bueno es lo más parecido al sabor de un caramelo en la boca de un niño.

NÁMASTE

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